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.—No tomo carta alguna en este juego—era la contestación invariable, aunque humorística, que daba siempre a quien le preguntaba.El juez, que era al propio tiempo su aprehensor, se arrepintió vagamente de no haberle descerrajado un tiro aquella mañana; pero pronto desechó esta flaqueza vulgar como indigna de un numen forense.No obstante, cuando sonó un golpe a la puerta y se dijo que el socio de Tennessee estaba allí para defender al prisionero, fue admitido en seguida sin el menor interrogatorio; acaso los miembros más jóvenes del jurado, para quienes los sucesos se prestaban a graves reflexiones, lo saludaban como un poderoso auxilio.Hay que confesar que no era en rigor de verdad una figura imponente: bajo y regordete, con la cara cuadrada, tostado por el sol hasta un color casi sobrenatural, vistiendo una ancha chaqueta y pantalones listados y manchado por barro rojizo, en cualquier circunstancia su aspecto hubiera sido extraño y risible, pero en la presente era hasta ridículo.Al hacer la acción de inclinarse para dejar a sus pies un pesado saco de noche que llevaba, echose de ver, por las inusitadas inscripciones que puso de manifiesto, que la tela con que estaban remendados sus pantalones, fue destinada en su origen a un envoltorio más humilde.Después de haber estrechado con afectada cordialidad la mano de cuantos estaban en el salón, enjugó su seria y perpleja cara con un pañuelo rojo de seda menos oscuro que su tez, apoyó su robusta mano sobre la mesa, y se dirigió al jurado con suma gravedad, diciendo:—Pasaba por aquí, y se me ocurrió entrar a ver cómo seguía el asunto de ese Tennessee, mi socio y compañero.¡Uf, que noche más sofocante! No recuerdo un tiempo parecido desde mi venida a estas regiones.Hizo una pequeña pausa, pero como a nadie se le ocurrió impugnar esta observación metereológica, acudió segunda vez al recurso de su pañuelo, y por algunos momentos se enjugó con diligencia la frente.—¿Tiene usted algo que decir en favor del preso?—preguntó por fin el juez.—A eso voy—dijo el socio de Tennessee;—vengo aquí como su socio, pues lo trato desde hace cuatro años, en la comida y bebida, en el mal y en el bien, en la fortuna y en la desgracia.Sus caminos no son siempre los míos; pero no hay en ese joven cualidad, no ha hecho calaverada que yo no conozca.Si ahora me dice, me pregunta usted confidencialmente de hombre a hombre, sí sé algo en su favor, yo le digo, le digo confidencialmente, de hombre a hombre: ¿qué quiere que uno sepa de su amigo?—¡Vamos! ¿Es eso todo cuanto tiene que decir?—interrumpió el juez impaciente, previendo tal vez que una peligrosa simpatía humorística vendría a humanizar su flamante tribunal.—A eso, a eso voy—continuó el socio de Tennessee.—No seré yo quien diga algo contra él.Veamos, pues, el caso.Figurarse que a Tennessee le hace falta dinero, que le hace mucha falta dinero, y no le gusta pedirlo a su viejo socio.Está bien, ¿pues qué es lo que hace Tennessee? Echa el anzuelo a un forastero y pesca al forastero.Y ustedes le echan el anzuelo y lo pescan a él.¡Tantos a tantos de triunfos! Apelo a su sano criterio y a la recta conciencia de este alto tribunal, para que diga si es esto así o no.—Preso—dijo el juez, interrumpiéndo de nuevo,—¿tiene usted alguna pregunta que hacer a ese sujeto?—¡No, no!—continuó rápidamente el socio de Tennessee.—Esta partida me la juego yo solo.Y yendo directamente al grano de la cuestión, esto es lo que hay: Tennessee la ha jugado muy pesada y muy cara contra un forastero y contra este campamento.—Y como haciendo un esfuerzo de sinceridad, continuó:—Y ahora, ¿qué es lo justo? Unos dirán sus más, otros dirán sus menos; en fin, aquí van 1700 pesos en oro sencillo y un reloj (es todo mi montón), y no se hable más del asunto.Y acompañando la palabra a la acción y antes de que mano alguna se pudiese levantar para evitarlo, había vaciado ya sobre la mesa el contenido del saco de viaje.Durante unos instantes estuvo su vida en peligro.Uno o dos hombres se levantaron en el acto, varias manos buscaron armas ocultas, y sólo la intervención del juez pudo dominar la propuesta de «echar a aquel insolente por el balcón».El reo se reía, y su socio, al parecer ignorante de la sobreexcitación que causaba, aprovechó la oportunidad para enjugarse otra vez la cara con el pañuelo de bolsillo.Restablecido el orden y después de haberse hecho comprender al buen hombre, por medio de enérgicas demostraciones, que la ofensa de Tennessee no podía ser expiada por compensaciones metálicas, su fisonomía tomó un color más sanguinolento aún, y los que estaban cerca de él notaron que su ruda mano experimentaba un ligero temblor.Titubeó un momento, antes de volver el oro al saco de noche, como si no hubiese comprendido del todo el elevado sentimiento de justicia que guiaba al tribunal, y recelase no haber ofrecido bastante cantidad.Después, volviéndose hacia el juez, dijo:—Esta partida la he jugado solo, sin mi socio.Tomó el sombrero y saludando al Jurado iba a retirarse, cuando el juez llamole:—Si algo tiene que decir a Tennessee, haría usted mejor en comunicárselo ahora mismo.Los ojos del preso y los de su extraño abogado se encontraron aquella noche por primera vez.Tennessee mostró sus blancos dientes con franca sonrisa y diciendo:—¡Partida perdida, viejo!—le tendió la mano con efusión.El socio de Tennessee la estrechó entre las suyas largo rato.—Como pasaba por casualidad—dijo,—entré sólo por ver cómo seguían las cosas.Dejó caer después pasivamente la mano que le había tendido, y añadiendo que la noche era calurosa, se enjugó de nuevo la cara con el pañuelo, y sin más, se retiró del local.Aquellos dos hombres no se encontraron ya jamás en la vida.El insulto fue demasiado grave, y el hecho de haberse propuesto sobornar a un juez de la ley de Linch, la cual aunque fanática, débil o estrecha, era, por lo menos, incorruptible, excluyó de un modo irrevocable de la mente de aquel inflexible funcionario toda vacilación respecto al destino de Tennessee, y al amanecer, estrechamente escoltado, se le condujo a la cima del Monte Marley, donde debía ejecutarse la fatídica sentencia [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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