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.Aparta a tus sligs de este lado de la propiedad.No puedo permitir que contaminéis mi importante laboratorio.Tus sligs llevan moscas y enfermedades.—Los lavo cada día, pero los mantendré alejados de las verjas.-En su pocilga, aquellos animales anchos y con aspecto de gusano rodaban unos sobre otros, arrastrándose y chillando.No sabiendo qué más decir, Uxtal profirió una advertencia débil e innecesaria:—Ten cuidado con las Honoradas Matres.Yo estoy a salvo por mis conocimientos especiales, pero tú no eres más que un simple granjero, y en cualquier momento podrían volverse contra ti y hacerte trizas.Gaxhar profirió un bufido, entre risa y tos.—Los antiguos maestros no eran más amables que las Honoradas Matres.Solo he pasado de un amo cruel a otro.Un camión terrestre se acercó al lugar donde estaban los sligs.Mediante un mecanismo de descarga, dejó caer un cargamento de basura húmeda y hedionda.Aquellas criaturas hambrientas se abalanzaron sobre su manjar pútrido, mientras el granjero cruzaba los brazos sobre su pecho flacucho.—Las Honoradas Matres me mandan los pedazos de los cadáveres de los hombres de casta superior para que mis sligs se los coman.Dicen que así la carne de slig tiene un sabor más dulce.—El leve mohín de desprecio desapareció rápidamente bajo el gesto normalmente inexpresivo del hombre—.A lo mejor volvemos a vernos.¿Qué significaba eso? ¿Que a Uxtal también lo arrojarían allí cuando terminaran con él? ¿O se trataba solo de una conversación inocua? Uxtal frunció el ceño, y no fue capaz de apartar los ojos de los sligs, que se arrastraban sobre los cuerpos desmembrados, masticándolos con sus múltiples bocas.Finalmente, sus dos escoltas fueron a buscarle.—Ya puedes entrar en el laboratorio.Hemos destrozado la puerta.14No hay escapatoria… pagamos por la violencia de nuestros ancestros.De «Palabras escogidas de Muad'Dib», a cargo de la princesa IrulanHace un mes que Rinya se fue.La echo mucho de menos.— Murbella caminaba junto a Janess, mientras se dirigían a los búngalos para las acólitas, y veía que su hija trataba de disimular la angustia.A pesar de sus propios sentimientos, la madre comandante mantuvo una expresión distante.—No hagas que pierda a otra hija, o a otra posible Reverenda Madre.Cuando llegue el momento, debes estar totalmente segura de que estás preparada para la Agonía.Que tu orgullo no te lleve a precipitarte.Janess asintió estoicamente.No pensaba hablar mal de su gemela perdida, pero las dos sabían que Rinya se había enfrentado a la prueba mucho menos convencida de lo que había dicho.Y sin embargo había ocultado las dudas bajo una apariencia de arrojo.Y eso la había matado.Una Bene Gesserit debía ocultar sus emociones, desechar cualquier vestigio de amor enajenante.En otro tiempo, Murbella también quedó atrapada por el amor, enredada y debilitada por su relación con Duncan Idaho.Perderle no la había liberado, y el hecho de pensar que seguía allá afuera, en medio del vacío, inimaginablemente lejos, le producía una sensación de dolor permanente.A pesar de su postura oficial, hacía tiempo que la Hermandad sabía que es imposible suprimir del todo el amor.Como curas y monjas de alguna religión obsoleta, las Bene Gesserit tenían que renunciar al amor por una causa más importante.Pero a la larga, renunciar a todo para protegerse de una supuesta debilidad no funcionaba.No podías salvar a un humano obligándole a renunciar a su humanidad.Al permanecer en contacto con las gemelas y hacer un seguimiento de su adiestramiento, e incluso revelarles la identidad de sus padres, Murbella había roto la tradición de la Hermandad.A la mayoría de jóvenes que entraban en las escuelas Bene Gesserit se les decía que tenían que realizar su potencial sin «la distracción de las ataduras familiares».La madre comandante mantenía las distancias con sus dos hijas menores, Tanidia y Gianne.Pero había perdido a Rinya, y se negaba a apartarse de Janess.Ahora, tras una sesión de entrenamiento en técnicas de lucha combinadas de Bene Gesserit y Honoradas Matres, las dos se dirigían hacia donde Janess vivía con sus compañeras, y cruzaron el jardín oeste de la torre de Central.La joven aún llevaba puesto el traje blanco de combate, arrugado y manchado de sudor.La madre comandante mantuvo un tono neutral, aunque también ella sentía un gran dolor en el corazón.—Debemos seguir con nuestras vidas.Aún tenemos muchos enemigos a los que enfrentarnos.Rinya lo querría así.Janess se irguió.—Sí, lo querría.Creía en lo que dices del Enemigo.Y yo también.Algunas hermanas dudaban que existiera una situación de emergencia como decía la madre comandante
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