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.El diorama era muy detalladoy era tan grande que llenaba casi toda la cámara, y todo el conjunto estabaprotegido por una especie de pirámide de vidrio, de la que tuve que retirarsiglos de polvo para poder ver.La ciudad se había construido claramente en elfuturo lejano, pero incluso el modelo eran tan antiguo aquí, en esta épocacrepuscular, que los brillantes colores se habían apagado por efecto de la luzfiltrada por el polvo.Imaginaba que la ciudad debía de ser la descendiente deLondres, porque creí descubrir la morfología característica del Támesisrepresentada por una banda de vidrio que serpenteaba por el corazón deldiorama.Pero era un Londres muy transformado de la ciudad de mi época.Estabadominado por siete u ocho enormes palacios de cristal -si piensan en el Palaciode Cristal enormemente expandido y retorcido varias veces, tendrán algoparecido- y aquellos palacios habían estado unidos por una especie de piel decristal que cubría toda la ciudad.No tenía el aspecto sombrío de la Bóveda deLondres en 1938, porque aquel techo inmenso me parecía que servía para atrapary amplificar la luz del sol, y había hileras de luces eléctricas distribuidaspor la ciudad, aunque ninguna de aquellas diminutas bombillas funcionaba en elmodelo.Había un bosque de inmensos molinos sobre el techo -aunque las aspas yano giraban-- y aparecían aquí y allá grandes plataformas sobre las que flotabanversiones de juguete de máquinas voladoras.Aquellas máquinas tenían un aspectoparecido a grandes libélulas, con grandes velas flotando sobre ellas, ygóndolas con hileras de gentecillas sentadas bajo ellas.Sí, ¡gente!, mujeres y hombres, no muy distintos a mí.Porque esa ciudadevidentemente provenía de una época no tan imposiblemente lejana de la mía, porlo que la mano roma de la evolución no había alterado a la humanidad.Grandes carreteras cubrían el paisaje, uniendo ese Londres del futuro con otrasciudades del país, o eso suponía.Aquellas carreteras estaban cubiertas devastos mecanismos: monociclos que transportaban cada uno una veintena depersonas, enormes carros de transporte que parecían no llevar conductores ydebían de estar dirigidos mecánicamente, etc.No había detalles pararepresentar el campo entre las carreteras, sólo una superficie uniformementegris.Todo el diseño era tan inmenso -era como un enorme edificio que imagino quepodía haber alojado a veinte o treinta millones de personas, en comparación conlos meros cuatro millones del Londres de mi época.La mayor parte del modelo notenía ni paredes ni techos, y podía ver pequeñas figuras que representaban a lapoblación, ocupando docenas de niveles de la ciudad.En los niveles superioresaquellos habitantes estaban vestidos con una variedad de diseños llamativos,con capas escarlata, sombreros tan espectaculares y poco prácticos como crestasde gallos y otros por el estilo.Aquellos niveles superiores parecían lugaresde gran confort y lujo, siendo una especie de mosaico de muchos pisos detiendas, parques, bibliotecas, casas suntuosas y demás.Pero en la base de la ciudad -en los pisos bajos y sótanos, para entendernos-las cosas eran muy diferentes.Allí se asentaban grandes máquinas, y conductos,tuberías y cables de diez o veinte pies de diámetro (a escala completa) corríanpor los techos.Había muñecos, pero estaban vestidos uniformemente con unaespecie de ropas azules, y sus dependencias personales parecían estar limitadasa salones comunales para dormir y comer.Me parecía que aquellos trabajadoresde los pisos bajos apenas debían de recibir, en el orden general de las cosas,la luz que bañaba las vidas de las gentes superiores [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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