[ Pobierz całość w formacie PDF ]
.—Yngvar —dijo Inger Johanne—.Deberías venir.—Fuertes martillazos en el baño—.¡Yngvar!Fue a buscarlo.Estaba a cuatro patas intentando separar dos estantes.—Joder, mierda —dijo él para sí—.Este manual de instrucciones está fatal.—Hay una emisión especial sobre tu caso —dijo ella.—No es mi caso.No es de mi propiedad.—No digas tonterías.Anda, ven.Los estantes no se van a ir a ningún sitio.Yngvar dejó el martillo.—Mira —dijo cabizbajo señalando el suelo—.He roto una baldosa.Lo siento.No me di cuenta de que…—Ven —repitió ella brevemente, y volvió al salón.—… y obviamente tenemos una serie de pistas en el caso —decía la jefa de policía en la televisión—.En los casos, supongo que debería decir.Pero no son pistas unívocas.Nos va a llevar tiempo arreglar esto.Estamos hablando de un enorme conjunto de casos.—Pistas —murmuró Yngvar, que había seguido a Inger Johanne y se había dejado caer en el otro sofá—.Que me las enseñe, anda.¡Que me enseñe las pistas!Se pasó la punta de la camisa por la cara y cogió una lata de cerveza tibia de la mesa del salón.—¿Puede usted entender… —dijo el presentador, inclinándose hacia delante y abriendo los brazos en señal de desánimo— que la gente tenga miedo? ¿Que esté aterrorizada? ¿Tras cuatro grotescos asesinatos? ¿Y ahora que la investigación parece estar completamente estancada?—Permítame que lo corrija —dijo la jefa de policía, que carraspeó contra el puño cerrado—.Estamos hablando de tres casos.Tres.El caso de Fiona Helle está resuelto, en opinión de la policía y de la fiscalía.Todavía queda algo de investigación por hacer también en eso, pero los cargos serán aclarados a lo largo de…—Tres casos —la interrumpió el presentador—.Muy bien.¿Y qué tienen en esos casos?—Ruego que se comprenda que no puedo profundizar en las precipitadas evaluaciones que se hacen de la investigación.Lo único que puedo decir esta noche es que estamos valiéndonos de grandes recursos…—Comprender —la interrumpió el presentador—.¿Pide que comprendamos que no tengan nada? Que la gente se vea obligada a parapetarse en sus casas y…—Tiene miedo —dijo Yngvar, que se bebió el último trago perezoso de cerveza—.No suele enfadarse nunca.¿No es más propio de él engatusar y tentar? ¿Sonreír y dejar que la gente meta la pata ella sólita?Inger Johanne respondió subiendo aún más el volumen.—Déjame oír.—Está aterrorizado —murmuró Yngvar—.Él y el otro par de miles de noruegos que viven en esa caja.Señaló el televisor con la lata vacía.—Calla.—Ven aquí —dijo él.—¿Qué?—¿No puedes venir aquí? ¿Sentarte conmigo?—Yo…—Por favor —rogó Yngvar.Por fin soltaron a la jefa de policía.Mientras cambiaban al invitado en el estudio, intentaron emitir un reportaje sobre la casa de vecinos en la que, dos días antes, habían encontrado a Håvard Stefansen, muerto y sin un dedo.La cinta de vídeo se enganchó.La vista panorámica desde el portal hasta el quinto piso se quedó atascada en el movimiento, convirtiéndose en una foto fija desenfocada en la que una escandalizada mujer miraba por la ventana del tercero desde detrás de la cortina.El sonido chirrió.Algo pitó.De pronto el presentador volvió a aparecer en pantalla.—Pedimos disculpas por los problemas técnicos —carraspeó—.Entonces creo que…—Siempre seremos novios —murmuró Yngvar oliéndole el pelo, ella se había acurrucado junto a él y los había tapado a los dos con la manta.—Quizá —dijo Inger Johanne acariciándole el antebrazo con el dedo—.Si me prometes no aventurarte nunca más con tareas prácticas.—Bienvenida al estudio, Wencke Bencke.—¿Cómo? —dijo Yngvar.—¡Calla, Yngvar!—Gracias —dijo Wencke Bencke sin sonreír.—Eres autora de nada menos que diecisiete novelas policíacas —dijo el presentador—.Y todas tratan sobre asesinatos en serie.Se te considera experta en el asunto, cosechas grandes halagos por la profundidad de tu trabajo preparatorio y la extensión de tu research.También entre la policía, como hemos podido constatar hoy.Tienes tus orígenes en el Derecho, ¿no es así?—Es correcto —dijo ella, seguía seria—.Pero ya no me queda mucho de jurista.Llevo escribiendo novelas desde 1985
[ Pobierz całość w formacie PDF ]